Me llevé una gran sorpresa cuando dos de mis vecinas de La Caleyona me comunicaron el tramado homenaje que se me iba a hacer, dios mediante, el siguiente domingo, 23 de julio de 2017. Siento mucho el repentino malhumor que mostré, como si ellas tuviesen culpa de lo que se fraguaba. Lo siento, Ángela y Rosi. Sé que no me lo tomásteis en cuenta, porque entendisteis mis motivos, porque me conocéis desde que era crío y la relación, tanto con vosotras como con el resto de la vecindad, nunca fue menor que la que se pueda dar entre familias consanguíneas. El hecho es que siempre me costó mucho recibir halagos, premios y homenajes, quizás por esa timidez que por otra parte me llevó a ser como soy y punto. Desde luego, que al final del mismo, me sentí agradecido de todos los vecinos del pueblo, de los que estuvisteis allí, a mi lado, tanto como de los que no pudisteis o quisisteis acudir. Muchos más me lo expresaron de palabra, por mail o teléfono y otros ni se enteraron. Confieso que en ninguno de los precedentes homenajes participé presencialmente, por distintas circunstancias, pero todos me parecieron más justificados que el que a mí me otorgásteis. Todo este discurso tenía yo preparado, in mente, y lo hubiera soltado si no fuera, por lo que ya dije: la timidez me atenazaba la voz y me hacía temblar como las hojas del chopu de La Viña cuando zurraba el viento. – Al final, sin apuntes, – me dije a mí mismo, – diré lo que se me venga en memoria. Y en resumen fue esto:
“Agradezco la deferencia que tenéis conmigo porque me hace confirmar mi pertenencia a este querido pueblín de Parres en el que anclan mis raíces, si bien las haya también de Porrúa, Cue, Niembru… y de algún otro pueblo más del concejo llanisco. Como ya dejé claro en la introducción del libro “Refugios de piedra”, los pueblos están compuestos de barrios y éstos de familias, pero el mismo conjunto “barrio” se comporta como una gran familia con relación y ramificaciones en los demás barrios, así que, todo el pueblo puede considerarse como una macrofamilia. Quiero dejar bien claro que todos los escritos que hice sobre nuestro pueblo se deben a la estimada colaboración de las personas de las que recabé los datos. Entre los que tengo que destacar a mis abuelos de los que siempre me gustó escuchar sus anécdotas: los paternos, María la de Félix y Santos, de La Casona; los maternos, Araceli y Marcos de Tamés. También a mis tíos y vecinos. Pero en especial a mis padres, Taro y Finu que me modelaron en la infancia su carácter y me apoyaron en cuantas empresas me metí. A mi compañera e hijos, por su apoyo y comprensión. En los demás escritos, sobre “Santa Marina”, “A los Quintos del 40” y “Renglones perdidos” de próxima impresión, trato de homenajear de alguna forma, a los que padecieron “persecución, cárcel o muerte por causa de la justicia”, siendo personas humildes que sólo lucharon por defender sus ideales, fueran del signo que fueran, y ya fuese de forma obligada o voluntaria. A todos vosotros, los aquí presentes, todo mi cariño por vuestra compañía.”